Federico de madrazo y kuntz

batalla de ceriñola

Recibió su primera instrucción de su padre. Mientras asistía a las clases de la Real Academia de San Fernando, pintó su primer cuadro, La resurrección de Cristo (1829), que fue adquirido por la reina Cristina. Poco después pintó Aquiles en su tienda, y posteriormente presentó a la Academia La continencia de Escipión, que le valió ser admitido como miembro «por méritos»[6].

Mientras decoraba el palacio de Vista Alegre, se dedicó al retrato. En 1832 viajó a París, donde estudió con Franz Winterhalter, y pintó retratos del barón Taylor y de Ingres. En 1837 se le encargó un cuadro para la galería de Versalles, y pintó «Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusalén». El artista regresó entonces a Roma, donde trabajó en varios temas, sagrados y profanos. Luego pintó a María Cristina vestida de monja junto al lecho de Fernando III (1843), a la reina Isabel, a la duquesa de Medinaceli y a la condesa de Vilches (1845-47), además de varios retratos de la aristocracia española, algunos de los cuales fueron enviados a la exposición de 1855[6].

academia de san fernando en madrid

Recibió su primera instrucción de su padre. Mientras asistía a las clases de la Real Academia de San Fernando, pintó su primer cuadro, La resurrección de Cristo (1829), que fue adquirido por la reina Cristina. Poco después pintó Aquiles en su tienda, y posteriormente presentó a la Academia La continencia de Escipión, que le valió ser admitido como miembro «por méritos»[6].

Mientras decoraba el palacio de Vista Alegre, se dedicó al retrato. En 1832 viajó a París, donde estudió con Franz Winterhalter, y pintó retratos del barón Taylor y de Ingres. En 1837 se le encargó un cuadro para la galería de Versalles, y pintó «Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusalén». El artista regresó entonces a Roma, donde trabajó en varios temas, sagrados y profanos. Luego pintó a María Cristina vestida de monja junto al lecho de Fernando III (1843), a la reina Isabel, a la duquesa de Medinaceli y a la condesa de Vilches (1845-47), además de varios retratos de la aristocracia española, algunos de los cuales fueron enviados a la exposición de 1855[6].

painters of spanish romanticism

Once in Madrid, he was chamber painter to Queen Isabella II, just as his father had been court painter to Ferdinand VII. He was appointed director of the Prado Museum, but lost the position with the Glorious, liberal revolution of 1868. He was reinstated in this position in 1881. He was director of the Royal Academy of Fine Arts of San Fernando. He collaborated in some magazines of his time, mainly with engravings and drawings for engraving, and on rare occasions he published some theoretical reflections on painting and art in general.

pintores españoles siglo xix

Fecha: 1833Dimensiones:Sin marcoAl 49,2 x A 38,1 x P 2,2 cm (Al 19 3/8 x A 15 x P 7/8 in.)Medio: Óleo sobre lienzoLínea de crédito: Adquirido por Archer M. Huntington para la Hispanic Society, 1913.Lugar de realización:EspañaPeríodo: ModernoCultura: Español

Pintados con una década de diferencia, tres retratos ofrecen una visión íntima de dos hermanos, Federico y Pedro de Madrazo y Kuntz, miembros de una familia que dominaba la escena artística del Madrid del siglo XIX. Como tales, ejercieron un importante papel como pintores, dieron forma a la crítica española y fueron fundamentales en la historia del Museo del Prado.

En este retrato José de Madrazo y Agudo representa a su talentoso hijo Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894). Aunque está inacabado, lo firmó y la obra sugiere el afecto que el orgulloso padre sentía por su hijo. Ha completado en gran medida la cabeza del joven que mira con confianza. Tal vez la personalidad de Federico aparezca con más fuerza, ya que su padre obliga al espectador a centrarse en esta parte del cuadro, ya que sólo ha esbozado los hombros y la corbata. Pero la elegancia con la que José de Madrazo y Agudo aplica estos trazos atestigua su habilidad. Es tentador especular que no había terminado la obra cuando su hijo estaba a punto de partir hacia París. Al no saber cuándo regresaría Federico ni cómo podría cambiar su aspecto en el intervalo, el pintor la llevó a este estado, de modo que, incluso como obra «inacabada», crea un efecto distintivo.

  Catedral santa maria de fiore