El gran debate del mundo de hoy en el que unos piden reforzar la seguridad aún a costa de reducir la libertad, mientras otros reclaman que, sin renunciar a la seguridad, la libertad debe estar amparada y protegida siempre, se ha trasladado también a la economía. ¿Libertad de mercado o control? ¿Liberalizar o regular más? ¿Intervencionismo o transparencia? Si ustedes leen en más de un periódico las informaciones sobre la cumbre de Washington, se van a armar un lío y no creo que puedan hacerse una idea real de lo que realmente ha pasado allí. Para unos, los líderes mundiales han tomado un acuerdo mundial contra la crisis, han aprobado un plan masivo de actuación y un compromiso para acelerar la liberalización comercial. Para otros, el acuerdo se limita a la voluntad de estimular y regular mejor la economía, sin proteccionismo y con un claro apoyo al libre mercado, pero dejando en manos de cada Estado que haga lo que pueda. Por eso, tanto la receta de Zapatero de mayor obra pública y un cierto déficit como la de Rajoy de bajar los impuestos para que los empresarios creen empleo han recibido el visto bueno. Cada vez tenemos mejores expertos en explicar las cosas una vez que han pasado, pero casi ninguno en predecir lo que puede pasar o en aventurar medidas para evitar que lleguen las catástrofes.
La dejadez de los Gobiernos, la incompetencia de los organismo reguladores, la avaricia de unos cuantos y hasta el impulso de algunos a las ingenierías financieras de alto riesgo y de burbujas tecnológicas o inmobiliarias irreales, son, tal vez, algunas de las razones de lo que ha pasado, pero nadie tiene la receta para solucionarlo ni siquiera sabe el tiempo que va a durar. Jordi Canals, director general del IESE señala que es «tan irresponsable» hablar de que va a durar cinco años como que terminará entre 2009 y 2010. Hay muchas cosas que cambiar, pero como dice Rodrigo Rato, el riesgo es «más proteccionismo» y más control, y la salida, liberalizar el comercio mundial, acabar con los aranceles, aunque la reciente experiencia de la Ronda de Doha, hace apenas unos meses, con la crisis encima de la cabeza, no nos deja ser demasiado optimistas.
Me ha gustado lo que ha dicho Zapatero sobre la atención a la pobreza. Los países desarrollados van a ser menos ricos después de esta enorme crisis. Pero los países pobres van a ser mucho más pobres. La distancia entre unos y otros van a ser mucho más grande y su oportunidad de llegar al desarrollo, que es el germen de la libertad y de la justicia, se va a reducir. Y si los países ricos no luchan contra las desigualdades y no apuestan por la justicia social internacional, la guerra entre esos dos mundos para alcanzar la dignidad tendrá terribles consecuencias. Occidente se juega su crédito. Washington sólo ha sido un paso. Queda mucha tarea y los políticos solos no pueden arreglarlo.