Hasta en tres páginas distintas de un mismo periódico, ABC, se ha podido observar este martes el empleo del adjetivo que el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, utilizó este lunes para referirse a la detención del etarra Txeroki, jefe de los comandos de la banda y responsable de la ruptura del diálogo que la propia banda mantuvo con el Gobierno para un final dialogado, finalmente imposible. No resulta fácil de entender bien esa repetición del adjetivo determinante: se supone que para Zapatero, como para muchos responsables de la lucha contra el terrorismo, la detención puede resultar decisiva, y ojalá lo sea. Mucho nos gustaría que así fuera, determinante para el final de la banda… ¿Determinante para el final siempre ansiado de ETA, determinante para la búsqueda de fórmulas de final dialogado? El profesor Rogelio Alonso también se detiene en el adjetivo, y advierte contra la euforia a la que pudiera conducir una tan buena noticia, y reclama prudencia…
Lo cierto es que nunca hemos tenido oportunidad de resultar excesivamente eufóricos ni de hacernos demasiadas ilusiones ni siquiera ante noticias como ésta que protagoniza la detención del tal Txeroki. Nunca es completa la dicha, y ya se nos anuncia que su probable sucesor al frente de los comandos es «más bestia» o más sanguinario que el predecesor, o dicho en términos más «literarios», que Aitzol Iriondo, su sucesor, tiene reputación de exigir atentados a los comandos, y no sólo, como hacía Txeroki, de vanagloriarse de haber dado muerte a dos guardias civiles y explicar cómo había logrado cometer tal hazaña… En todo caso, parece haber quedado claro que la detención de Txeroki no es «una más» de los ya muchos centenares de etarras que han ido desfilando, en los últimos cuarenta años, por comisarías, juzgados y prisiones de España y de Francia. Precisamente, esa colaboración de España y de Francia, una vez más, ha vuelto a ser, también, «determinante» si se nos permite reutilizar el calificativo.
En todo caso, parece que, sin llegar a euforia de ninguna clase, sí es posible pensar que la banda ETA no está en sus mejores momentos. Están lejos, por fortuna, aquellos años en los que el número de víctimas mortales ascendía varias decenas y hasta superaba el centenar. Por fortuna, se ha caminado mucho y bien, en los últimos años. Pero todavía «andan sueltas» alimañas como la que ahora nos ha reclamado la atención. ¿Qué falta, para que se llegue al final de este drama incontenible? La acción eficaz de las fuerzas de seguridad del Estado, la colaboración de otros países vecinos y amigos, el cerco político contra los violentos… La receta es ya bien sabida. Pero cabe recordar, en todo caso, que basta con que un sólo degenerado esté decidido a matar para que se cometa un crimen. Por mucha determinación que exista para evitarlo…